Llegar a buen puerto, ¿es posible?

Existe una gran relación entre lo que comemos y cómo reacciona el cuerpo metabólicamente. En cuanto al tema de diabetes mellitus, esta premisa no es una excepción. En el caso de la diabetes tipo 1, es fundamental el conocimiento de la composición de los alimentos para poder regular la insulina que será administrada en el día. Hablando de diabetes tipo 2 también es importante la alimentación, ya que este el tipo de diabetes con mayor prevalencia; la evolución de la misma es progresiva, en la mayoría de los casos se manifiesta debido a una secuencia de malos hábitos alimenticios y sedentarismo.
 
El rol de la alimentación en el control de la diabetes es sumamente efectivo, sobre todo si se trata de prevención. Personas con una predisposición familiar alta y que además tienen un estilo de vida marcado por los malos hábitos, tienen la posibilidad de revertir las cifras de disglucemia (prediabetes). Incluso puede conseguirse una prevención igual a la que consiguiera el tratamiento farmacológico. Además todas las modificaciones al estilo de vida, ya sea con la incorporación de la actividad física o con cambios en la alimentación diaria, mejora el control de la enfermedad en todas sus fases:
1.       En la etapa previa (disglucemia): retrasa o evita la evolución a diabetes.
2.       Diabetes: la evolución de la enfermedad es más lenta (para evitar daño a órgano blanco). Puede retrasar el uso de insulina o favorecer la modificación de los hipoglucemiantes orales; incluso cuando ya está instaurado el tratamiento, es posible la reducción de las dosis y la enfermedad se puede controlar de mejor manera.
 
Aun con una lista innumerable de beneficios hacia la salud, estas modificaciones no son fáciles de implementarse, y es aún más difícil que éstas se mantengan a largo plazo. Es necesario realizar un esfuerzo mayor, tener un cambio de actitud y dejar de lado la apatía que puede generar la enfermedad: sin duda un reto mucho mayor que el que representa la sencillez de tomar una pastilla.
 
Es necesaria la participación del entorno familiar nuclear de cada paciente. En realidad, la participación tendría que ser de cada uno de nosotros, como individuos y a la vez como integrantes de una familia. Deberíamos de entender que nuestro actual estilo de vida no nos llevará a buen puerto y que éste puede ser el detonante de muchos padecimientos crónicos, como la diabetes mellitus.
 
Sería necesario que cada educador y médico tratante instruyera en cambios al estilo de vida de manera individual y personalizada. Así mismo, confiar en el esfuerzo de cada paciente, antes de iniciar el tratamiento farmacológico y negando de esta manera la oportunidad de probar el efecto de las modificaciones. Es cuestión de reeducación para todos.
 
Actualmente existe un punto de conflicto, el cual es determinar: ¿cuál es el mejor plan de alimentación? Tiempo atrás la nutrición clínica hablaba de una reducción en la ingesta de azúcares y una disminución drástica del consumo de alimentos grasos. Hoy en día, hemos avanzado en el conocimiento del rol de las grasas de origen vegetal (frutos secos, omega 3 y 6, entre otros) y el éxito que se consigue en el mantenimiento a mediano y largo plazo. Seguramente en el corto plazo, y gracias a la investigación clínica diaria, pronto se normalizarán las guías de manejo.
 
Todo cambio deberá ser progresivo, pequeños en un inicio, pero grandes y duraderos en el tiempo.
 
Dra. Mónica Ivette Guevara Ortega
Responsable del Programa de Salud Organizacional CULagos