El Teatro José Rosas Moreno es un recinto que reverbera de una manera particular con cada evento que alberga. Más allá de las distintas manifestaciones del arte dramático, el espacio adquiere una atmósfera inigualable cuando da lugar a presentaciones literarias. Las palabras recorren la platea y los palcos del lugar, dejando suertes de ecos espectrales. Es una casa insospechada para la literatura, pero nunca como hoy tiene tanto sentido un ejercicio de esta naturaleza.
Este 28 de mayo es una ocasión singular. No se presenta cualquier libro. La Dra. Lilián Álvarez Arellano ha llegado desde el Instituto de Investigaciones Filológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México para presentar la edición crítica que realizó de las Obras del personaje que le da nombre al teatro de Lagos. Esto en el marco de la III Feria del Libro CULagos Ediciones, del III Congreso Internacional de Psicología, Humanidades y Ciencias Sociales, y de la Universidad Internacional de Verano 2025.
En el escenario, la Dra. Lilián es acompañada por la Dra. Irma Estela Guerra Márquez, quien además de ser Profesora Investigadora y responsable del Laboratorio Editorial del Centro Universitario de los Lagos, es cronista de la ciudad de Lagos de Moreno. La presentación de la obra de José Rosas Moreno transcurre entre preguntas y respuestas que permiten dimensionar el trabajo de la Dra. Álvarez Arellano, más de 20 años de esfuerzo en rastrear, recopilar y hacer la edición de toda la producción del «cantor de la niñez».
La presentación de la Dra. Lilián ayuda a construir un retrato de Rosas Moreno como «el padre de la literatura infantil en México». Las Obras del poeta y fabulista laguense se han compilado hasta el momento en cuatro tomos: I. Poesía. II. La edad feliz, semanario dedicado a los niños y a las madres de familia (1873). III. Los chiquitines, diario infantil, joco-serio, con estampas y caricaturas. IV. Fábulas en verso. El trabajo da cuenta de la voluntad del poeta por tratar a las y los niños con respeto, inculcándoles valores que les ayuden a insertarse plenamente en la sociedad, conocimientos que forjen decisivamente su cultura general. Se trata, entonces, de traer a la luz de nuestros días la obra de un autor que supo leer su época y organizar un discurso guía para las infancias de su tiempo.
Pero ¿cuál es el sentido profundo que nace al entrar de lleno en el estudio de la obra de un autor decimonónico, cuando a nuestro alrededor nos vamos acostumbrando a que las tecnologías resuelvan nuestras inquietudes y articulen toda clase de respuestas? Tras la presentación editorial, ante las puertas del teatro, la Dra. Lilián Álvarez expresa su perspectiva al respecto de estas cuestiones:
Las humanidades nos aportan la capacidad de conocer los fundamentos del conocimiento que nos llega de distintas maneras: de la tradición, del arte, de la ciencia, de la tecnología. Nos permiten interrogarnos sobre su uso y ver estos elementos como parte de nuestra larga historia, no como una fatalidad sino como piezas de nuestra cultura que vienen de un desarrollo anterior y que se siguen moviendo hacia el futuro. En alguna época reciente se postuló que habíamos llegado al fin de la historia. Ahora muchos podrían pensar que nos encontramos en el fin de la tecnología, que hemos alcanzado un punto máximo de desarrollo y que nos queda poco por aportar. Ahí precisamente es donde entra la labor de las humanidades: el estudio de la historia, de los autores de otras épocas, nos permite ver que los seres humanos hemos realizado, básicamente, las mismas preguntas a lo largo de mucho, mucho tiempo.
En ese sentido, para la investigadora, la obra de José Rosas Moreno puede funcionar como un espejo que nos haga observar con renovada atención nuestro contexto. Un chapuzón al pasado en busca de respuestas:
A José Rosas Moreno le tocó, por ejemplo, la llegada de la locomotora a México, un símbolo de progreso. Pero personas como él no veían este invento como algo que iba a cambiar a la humanidad sin causar problemas, podían ver lo que implicaba en términos económicos y tecnológicos para la vida, para la sensación del tiempo, de la velocidad, de conexión de unas comunidades con otras. Si estos autores reflexionaron sobre las tecnologías de su tiempo, entonces leerlos a través de las humanidades es enfrentarse, por medio de un texto, con inteligencias luminosas de otras épocas que hicieron un esfuerzo por darle sentido a sus vidas y a su tiempo. De esta manera, nos enseñan a nosotros a hacer lo mismo con nuestra vida y con nuestro contexto.
Esto que describe la Dra. Lilián Álvarez es necesariamente un proceso colectivo, plural, que se manifiesta visiblemente allí donde ocurre. Aunque no es la primera vez que visita Lagos de Moreno, esta ocasión es diferente, pues tiene la oportunidad de recorrer con tiempo y detenimiento las calles y los distintos monumentos arquitectónicos que pueblan el centro histórico de la ciudad:
Ahorita creo que hay un pequeño auge de las humanidades porque las universidades se dan la oportunidad de explorarlas. La presencia de una universidad en cualquier comunidad es algo que se nota, como aquí con el CULagos. Es algo que se percibe, sobre todo si ofrece estudios de humanidades, porque crea muchísimas posibilidades para su población. Entre ellas, incrementa la demanda de educación de mejor calidad, desde el nivel básico hasta el superior. Es benéfico que se expandan las universidades a través de proyectos comunitarios, artísticos, que promuevan el pensamiento crítico, libre, que nos lleven a preguntarnos cómo nos está haciendo vivir el desarrollo tecnológico y hacia dónde nos está llevando. Por ejemplo, ¿realmente queremos que la tecnología nos perciba sólo a través de las búsquedas que hacemos en internet y de los perfiles que así generamos? Nosotros somos mucho, mucho más que eso, somos un espíritu en evolución que se nutre de todo tipo de pensamiento humano. Ese tipo de reflexiones difícilmente podrían surgir en una sociedad en la que no hubiera humanidades.
Cumpliéndose el primer cuarto del siglo XXI, el horizonte luce, cuando menos, desafiante. No obstante, en Lagos de Moreno hay espacios en los que se pugna por las humanidades y las ciencias sociales como formas de resistencia, de estudio y de conservación de lo que nos hace auténticamente humanos. La Dra. Lilián Álvarez Arellano habla con ese convencimiento, con lo que ella denomina «esperanza, fe y confianza» en las preguntas que la educación humanística nos genera, que son cuestiones centrales para nuestra vida:
No debemos claudicar de nuestra capacidad de pensar, porque es lo que nos caracteriza como seres. Tenemos una responsabilidad muy grande para conservar esa capacidad, y las humanidades son inteligencia humana transmitida, alimento para el espíritu transmitido de generación en generación a través de muchas tradiciones, de muchas partes y épocas del mundo. Es un enriquecimiento que no debemos perder. Nuestra labor como estudiosos de la literatura y las humanidades es encargarnos de ese patrimonio que muchas veces está ligado con otros, con el del arte, con la arquitectura, la cultura. Nuestro nicho es ir haciendo ese rescate, ese estudio, esa interpretación, esa valoración, para que la siguiente generación también pueda contar con ese conocimiento. Ese es, esencialmente, nuestro trabajo.
La obra de José Rosas Moreno, con su vocación humanista y educadora, y el profundo valor de su labor poética, atraviesa los siglos para encontrarse con las y los lectores presentes y futuros. Su escenario, en esta ocasión, es nada menos que el lugar en el que inició la vida del poeta, que ya desde entonces, en plena consciencia de su nostalgia, hablaba de la vuelta a la aldea: el regreso a casa:
«Ese sauce, esa fuente, esa enramada,
De una efímera gloria ya eclipsada
Mudos testigos son:
Cada árbol, cada flor, guarda una historia
De amor y placer, cuya memoria
Entristece y halaga el corazón.»
Atentamente
“PIENSA Y TRABAJA”
"1925-2025, Un Siglo de Pensar y Trabajar"
Redacción: Román Villalobos Manzo
Imágenes: Unidad de Comunicación Social